Page 161 - Frankenstein
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El ascenso es pronunciado, pero el sendero
zigzagueante permite escalar la enorme per-
pendicularidad de la montaña. Es un paraje de
terrible desolación. Múltiples lugares muestran
el rastro de aludes invernales; hay árboles tron-
chados esparcidos por el suelo; unos están to-
talmente destrozados, otros se apoyan en rocas
protuberantes o en otros árboles. A medida que
se asciende más, el sendero cruza varios hele-
ros, por los cuales caen sin cesar piedras des-
prendidas. Uno de entre ellos es especialmente
peligroso, pues el más mínimo ruido ––una
palabra dicha en voz alta produce una conmo-
ción de aire suficiente para provocar una ava-
lancha. Los pinos no son enhiestos ni frondo-
sos, sino sombríos, y añaden un aire de severi-
dad al panorama.
Miré el valle a mis pies. Sobre los ríos que lo
atraviesan se levantaba una espesa niebla, que
serpenteaba en espesas columnas alrededor de
las montañas de la vertiente opuesta, cuyas
cimas se escondían entre las nubes. Los negros