Page 338 - Frankenstein
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y desde entonces han transcurrido casi dos me-
   ses. Pero está usted enfermo; tiembla. Hay que
   evitarle cualquier emoción.
     ––Estas dudas son mil veces más horribles
   que la peor noticia. Dígame cuál ha sido la si-
   guiente muerte que ha habido y qué debo llo-
   rar.
     ––Su familia se encuentra bien ––dijo el señor
   Kirwin  con  dulzura––;  y  alguien,  un  amigo,  ha
   venido a visitarlo.
     No sé qué asociación de ideas me hizo pensar
   que el asesino había venido a burlarse de mis
   desgracias y a utilizar la muerte de Clerval de
   señuelo para que accediera a sus diabólicos
   deseos. Tapándome la cara con las manos, ex-
   clamé con desesperación:
     ––¡Lléveselo! No quiero verlo. Por el amor de
   Dios, que no entre.
     El señor Kirwin me miró sorprendido. No
   podía por menos de considerar mi arrebato
   como prueba de mi culpabilidad, y con tono
   severo dijo:
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