Page 335 - Frankenstein
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Estos fueron mis primeros pensamientos; pe-
ro más tarde supe que el señor Kirwin había
mostrado gran amabilidad para conmigo.
Había ordenado que se me instalara en la mejor
celda de la prisión (aunque bien sórdida era), y
se había encargado de procurarme el médico y
la enfermera. Cierto que no solía venir a visi-
tarme; pues, aunque deseaba mitigar los sufri-
mientos de todo ser humano, no quería presen-
ciar las angustias y delirios de un asesino. Ve-
nía de vez en cuando, para comprobar que no
estaba desatendido; pero se quedaba poco, y
espaciaba mucho sus visitas.
Un día, cuando empezaba a recobrarme, me
sentaron en una silla. Ténía los ojos entornados
y las mejillas pálidas, me invadían la tristeza y
el abatimiento y pensaba si no sería mejor bus-
car la muerte antes que permanecer encerrado
o, en el mejor de los casos, volver a un mundo
repleto de desgracias. Consideré incluso si no
sería mejor declararme culpable y sufrir, con
más razón que Justine, el castigo de la ley. Me