Page 332 - Frankenstein
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¡cuántas novias y jóvenes amantes estaban un
   día llenos de salud y esperanza y al siguiente
   eran pasto de los gusanos y la descomposición!
   ¿De qué sustancia estaba hecho yo para sopor-
   tar tantas pruebas que, como el continuo girar
   de la rueda, iban renovando las torturas?
     Pero estaba condenado a vivir, y, pasados dos
   meses, me encontré, como si saliera de un sue-
   ño, en la cárcel, tumbado en un miserable jer-
   gón y rodeado de cancerberos, guardias y todo
   aquello que de siniestro acompaña a una maz-
   morra. Recuerdo que desperté una mañana;
   había olvidado los detalles de lo ocurrido, y
   tenía sólo el vago recuerdo de haber sufrido
   una tremenda desgracia. Pero cuando miré a mi
   alrededor y vi las ventanas enrejadas y la mise-
   ria del cuarto en que me hallaba, todo se me
   vino a la mente, y no pude reprimir un amargo
   gemido.
     El ruido despertó a una anciana que dormía
   en una silla junto a mí. Era una enfermera con-
   tratada, esposa de uno de los cancerberos, y su
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