Page 331 - Frankenstein
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destino, ¡pero tú, Clerval, mi amigo, mi consue-
   lo ...
     No pude soportar más el tremendo sufrimien-
   to, y preso de violentas convulsiones me saca-
   ron de la habitación.
     A esto siguió una fiebre. Durante dos meses
   estuve al borde de la muerte. Como supe más
   tarde, deliraba de forma terrible; me acusaba de
   las muertes de William, Justine y Clerval. A
   veces suplicaba a los que me atendían que me
   ayudaran a destruir al diabólico ser que me
   atormentaba; otras notaba los dedos del mons-
   truo en mi garganta y gritaba aterrorizado. Por
   fortuna, como hablaba en mi lengua natal, sólo
   me entendía el señor Kirwin. Pero mis aspa-
   vientos y gritos agudos bastaban para asustar a
   los demás.
     ¿Por qué no morí entonces? Era el más desdi-
   chado  de  los  hombres,  ¿por  qué,  pues,  no  me
   hundí en el olvido y el descanso? La muerte
   arrebata a muchas criaturas sanas, que son la
   única esperanza de sus embelesados padres:
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