Page 381 - Frankenstein
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las medidas necesarias, usted se debería resig-
nar al fracaso.
––Eso no es posible; pero nada de lo que diga
puede servirme de mucho. Mi venganza no es
de su incumbencia; y sin embargo, aunque re-
conozca en ello un vicio, le confieso que es la
única y devoradora pasión de mi espíritu. Mi
ira no tiene límites, cuando pienso que el asesi-
no, que lancé entre la sociedad, sigue con vida.
Me niega usted mi justa petición: me queda un
único camino, y desde ahora me dedicaré, vivo
o muerto, a conseguir su destrucción.
Temblaba al decir esto; mi actitud debía re-
zumar aquel mismo frenesí y altivo fanatismo
que se dice tenían los antiguos mártires. Pero
para un magistrado ginebrino, cuyos pensa-
mientos están muy lejos de los ideales y hero-
ísmos, esta grandeza de espíritu debía aseme-
jarse mucho a la locura. Intentó apaciguarme
como haría una niñera con una criatura, y acha-
có mi relato a los efectos del delirio.