Page 384 - Frankenstein
P. 384
gando que me sobreviniera la muerte. Pero las
ansias de venganza me mantenían vivo; no me
atrevía a morir si mi enemigo continuaba con
vida.
Al abandonar Ginebra, mi primer quehacer
fue encontrar algún indicio que me permitiera
seguir los pasos de mi infame enemigo. Pero
estaba desorientado, y anduve por la ciudad
durante muchas horas dudando sobre qué di-
rección tomar. Cuando empezaba a anochecer,
me encontré en el cementerio donde reposaban
William, Elizabeth y mi padre. Entré, y me
acerqué a sus tumbas. Reinaba el silencio, tur-
bado tan sólo por el murmullo de las hojas que
el viento agitaba suavemente; era ya casi de
noche, y la escena hubiera resultado solemne y
conmovedora incluso para un observador ajeno
a ella. Los espíritus de mis difuntos parecían
rodearme, proyectando una sombra invisible
pero palpable en torno a mi cabeza.
La honda tristeza que en un principio esta es-
cena me había provocado pronto dio paso a la