Page 389 - Frankenstein
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Cuando podía, seguía el curso de los ríos; pe-
   ro el infame engendro solía evitarlos por ser los
   lugares más poblados por los habitantes del
   país. En los lugares donde encontraba pocos
   seres humanos me alimentaba de los animales
   salvajes que se cruzaban en mi camino. Tenía
   dinero, y me, ganaba las simpatías de los cam-
   pesinos distribuyéndolo, o repartiendo, entre
   aquellos que me habían permitido el uso de su
   fuego y utensilios de cocina, la caza que, tras
   separar la porción que destinaba a mi alimento,
   me sobraba.
     Esta vida me asqueaba, y únicamente mien-
   tras dormía saboreaba algo de alegría. ¡Bendito
   sueño! A menudo, encontrándome en el límite
   de mi angustia, me tendía a dormir, y los sue-
   ños me proporcionaban la ilusión de felicidad.
   Los espíritus que velaban por mí me deparaban
   estos momentos, mejor dicho, estas horas de
   felicidad, a fin de que pudiera retener las fuer-
   zas suficientes para proseguir mi peregrinación.
   De no ser por este respiro, hubiera sucumbido
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