Page 271 - Frankenstein
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Eran éstos pensamientos absurdos y desespe-
   rados, pero me es imposible describir cuánto
   me hacía sufrir el centelleo de las estrellas, ni
   cómo esperaba que cada ráfaga de viento fuera
   un aborrecible siroco que viniera a consumir-
   me.
     Amaneció antes de que yo llegara a la aldea
   de Chamonix; mi aspecto cansado y extraño no
   contribuyó a sosegar a mi familia, que había
   pasado la noche en pie aguardando ansiosa-
   mente mi regreso.
     Volvimos a Ginebra al día siguiente. La inten-
   ción  de  mi  padre  al  venir  había  sido  la  de  dis-
   traerme y devolverme la tranquilidad perdida,
   pero la medicina había tenido resultados nefas-
   tos. Al no poder entender la gran tristeza que
   parecía embargarme, se apresuró a organizar la
   vuelta a casa, confiando en que la paz y la mo-
   notonía de la vida familiar aliviaran mis sufri-
   mientos, cualesquiera que fueran sus causas.
     En cuanto a mí, permanecí al margen de to-
   dos sus preparativos; incluso el dulce cariño de
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