Page 270 - Frankenstein
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me a emprender mi descenso hacia el valle,
   pues pronto me envolvería la oscuridad, pero
   un gran peso me oprimía el corazón y lastraba
   mis pasos. El esfuerzo que tenía que hacer para
   caminar por los serpenteantes senderos de la
   montaña sin escurrirme me absorbía, aun con lo
   turbado que estaba por los sucesos que se habí-
   an producido durante aquella jornada. Ya muy
   entrada la noche, llegué al albergue situado a
   medio camino, y me senté junto a la fuente. Las
   estrellas brillaban intermitentemente, cuando
   no las ocultaban las nubes; los oscuros pinos se
   erguían ante mí, y aquí y allá se veían troncos
   tendidos por el hielo: era una escena de impo-
   nente solemnidad, que removió en mí extraños
   pensamientos. Lloré amargamente; y, juntando
   las manos con desesperación, exclamé:
     ¡Estrellas, nubes, vientos!, ¡os queréis burlar
   de mí!: si en verdad me compadecéis, libradme
   de mis sensaciones y mis recuerdos; dejadme
   que me hunda en la nada; si no, alejaos, alejaos
   y sumidme en las tinieblas.
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