Page 282 - Frankenstein
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tos, atravesé hermosísimos lugares de majes-
   tuosa belleza; pero tenía la mirada fija y abs-
   traída. Sólo pensaba en la meta de mi viaje, y el
   trabajo del cual debía ocuparme mientras dura-
   ra.
     Tras varios días de inquieta indolencia, du-
   rante los cuales recorrí muchas leguas, llegué a
   Estrasburgo, donde tuve que aguardar durante
   dos días la llegada de Clerval. Vino, y ¡que in-
   mensa diferencia había entre nosotros! El res-
   pondía vivamente ante cualquier paraje nuevo;
   se emocionaba con las hermosas puestas de sol,
   y aún más con el amanecer cuando se estrenaba
   un nuevo día; me señalaba los cambios de colo-
   rido en el paisaje y el aspecto del cielo.
     ¡Esto es lo que yo llamo vivir! ––exclamaba––.
   ¡Cómo me gusta existir! ¿Pero por qué estás tú,
   querido Frankenstein, tan apenado y abatido?
     Lo cierto es que me embargaban tristes pen-
   samientos, y permanecía indiferente ante el
   anochecer o el dorado amanecer reflejado en el
   Rin. Y usted, amigo mío, se divertiría mucho
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