Page 285 - Frankenstein
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islotes que alegran la vista, parecerían lúgubres
   y tenebrosos; he visto también agitarse este lago
   con una tempestad, cuando el viento arremoli-
   naba las aguas, dando una idea de lo que puede
   ser una tromba marina en el inmenso océano;
   he visto las olas estrellarse con furia al pie de
   las montañas, donde cayó la avalancha sobre el
   cura y su amante, cuyas moribundas voces, se
   dice, todavía se oyen cuando se acallan los
   vientos; he visto las montañas de Valais y las
   del país de Vaud, pero este país, Víctor, me gus-
   ta mucho más que todas aquellas maravillas.
   Las montañas de Suiza son más majestuosas y
   extrañas; pero hay un encanto especial en las
   márgenes de este río tan divino, que no es com-
   parable a nada. Mira ese castillo que domina
   aquel precipicio; y ese en aquella isla, casi ocul-
   to  por  el  follaje  de  los  hermosos  árboles;  y  ese
   grupo de trabajadores que vienen de sus viñe-
   dos; y esa aldea medio oculta por los pliegues
   de la montaña. Sin duda, los espíritus que habi-
   tan y cuidan de este lugar tienen un alma más
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