Page 69 - Vuelta al mundo en 80 dias
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enviado en segui-miento de Phileas Fogg por sus compañeros del Reform-Club, a fin de
reconocer si el viaje se hacía efectivamen-te alrededor del mundo, según el itinerario
convenido.
¡Es evidente, es evidente! decía para sí el honrado mozo, ufano de su perspicacia .
¡Es un espía que esos caballeros han enviado tras de nosotros! ¡Eso no es digno! ¡Mister
Fogg, tan probo, tan hombre de bien! ¡Hacerle espiar por un agente! ¡Ah! ¡Señores del
Reform Club, caro os costará!
Encantado Picaporte de su descubrimiento, resol-vió, sin embargo, no decir nada a su amo,
por temor de que éste no se resintiese con razón ante la desconfian-za que manifestaban sus
adversarios. Pero se propuso bromear a Fix con este motivo, por medio de palabras
embozadas y sin comprometerse.
El miércoles 30 de octubre, por la tarde, el "Ran-goon" entraba en el estrecho de Malaca,
que separa la peínsula de ese nombre de las tierras de Sumatra. Unos islotes montuosos,
muy escarpados y pintorescos, ocultaban a los pasajeros la vista de la gran isla.
Al siguiente día, a las cuatro de la mañana, habien-do el "Rangoon" ganado media jornada
sobre la trave-sía reglametaria, anclaba en Singapore a fin de renovar su provisión de
carbones.
Phileas Fogg inscribió ese adelanto en la columna de beneficios, y esta vez bajó a tierra,
acompañando a Aouida, que había manifestado deseos de pasear durante algunas horas.
Fix, a quien parecía sospechosa toda acción de Fogg, lo siguió con disimulo. En cuanto a
Picaporte, que se reía "in petto", al ver la maniobra de Fix, fue a hacer sus ordinarias
compras.
La isla de Singapore no es grande ni de imponen-te aspecto. Carece de montañas y, por
consiguiente, de perfiles, pero en su pequeñez es encantadora. Es un parque cortado por
hermosas carreteras. Un bonito coche, tirado por esos elegantes caballos importados de
Nueva Zelanda, transportó a mistress Aouida y a Phileas Fogg al centro de unos grupos de
palmeras de brillante hoja y de esos árboles que producen el clavo de especia fon nado
con el capullo mismo de la flor entreabierta. Allí, los setos de arbustos de pimienta,
reemplazaban las cambroneras de las cainpiñas euro-peas; los saguteros, los grandes
helechos con su soberbio follaje, variaban el aspecto de aquella región tropi-cal; los árboles
de moscada con sus barnizadas hojas saturaban el aire con penetrantes perfumes. Los
monos en tropeles, que ostentaban su viveza y sus muecas, no faltaban en los bosques, ni
los tigres en los juncales. A quien se asombre de que en tan pequeña isla no hayan sido
destruidos esos terribles carnívoros, les responde-remos que vienen de Malaca atravesando
el estrecho a nado.
Después de haber recorrido la campiña durante dos horas, Aouida y su compañero que
miraban un poco sin ver volvieron a la ciudad, extensa aglome-ración de lindos jardines
donde se encuentran man-gustos, piñas y las mejores frutas del mundo.