Page 45 - El Alquimista
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El Inglés se quedó fascinado con el relato de la tienda que había
prosperado después de que el chico empezó a trabajar allí.
—Éste es el principio que mueve todas las cosas —dijo—. En Alquimia se
le denomina el Alma del Mundo. Cuando deseas algo con todo tu corazón,
estás más próximo al Alma del Mundo. Es una fuerza siempre positiva.
Le explicó también que esto no era un don exclusivo de los hombres; todas
las cosas sobre la faz de la Tierra tenían también un alma, independientemente
de si era mineral, vegetal, animal o apenas un simple pensamiento.
—Todo lo que está sobre la faz de la Tierra se transforma siempre, porque
la Tierra está viva, y tiene un alma. Somos parte de esta Alma y raramente
sabemos que ella siempre trabaja en nuestro favor. Pero tú debes entender que
en la tienda de los cristales, hasta los jarros estaban colaborando en tu éxito.
El muchacho se quedó callado unos instantes, mirando la luna y la arena
blanca.
—He visto la caravana caminando a través del desierto —dijo por fin—.
Ella y el desierto hablan la misma lengua y por eso él permite que ella lo
atraviese. Probará cada paso suyo, para ver si está en perfecta sintonía con él;
y si lo está, ella llegará al oasis.
»Si uno de nosotros llegase aquí con mucho valor, pero sin entender este
lenguaje, moriría el primer día.
Continuaron mirando la luna juntos.
—Ésta es la magia de las señales —continuó el muchacho—. He visto
cómo los guías leen las señales del desierto y cómo el alma de la caravana
conversa con el alma del desierto.
Permanecieron varios minutos en silencio.
—Tengo que prestar más atención a la caravana —dijo por fin el Inglés.
—Y yo tengo que leer sus libros —dijo el muchacho. Eran libros extraños.
Hablaban de mercurio, sal, dragones y reyes, pero él no conseguía entender
nada. Sin embargo, había una idea que parecía repetirse en todos los libros:
todas las cosas eran manifestaciones de una cosa sola.
En uno de los libros descubrió que el texto más importante de la Alquimia
constaba de unas pocas líneas, y había sido escrito en una simple esmeralda.
—Es la Tabla de la Esmeralda —dijo el Inglés, orgulloso de enseñarle algo
al muchacho.
—Y entonces, ¿para qué tantos libros?
—Para entender estas líneas —repuso el Inglés, aunque no estaba muy