Page 94 - El Alquimista
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«Realmente la vida es generosa con quien vive su Leyenda Personal —
pensó el muchacho. Entonces se acordó de que tenía que ir a Tarifa para dar la
décima parte de todo aquello a la gitana—. Qué listos son los gitanos», se dijo.
Tal vez fuese porque viajaban tanto.
Pero el viento volvió a soplar. Era el Levante, el viento que venía de
África. No traía el olor del desierto, ni la amenaza de invasión de los moros.
Por el contrario, traía un perfume que él conocía bien, y el sonido de un beso
—que fue llegando despacio, despacio, hasta posarse en sus labios.
El muchacho sonrió. Era la primera vez que ella hacía eso.
—Ya voy, Fátima —dijo él.