Page 89 - El Alquimista
P. 89

poeta, y encantaba a toda Roma con sus hermosos versos.


                   »Una noche, el viejo tuvo un sueño. Se le aparecía un ángel para decirle
               que las palabras de uno de sus hijos serían conocidas y repetidas en el mundo
               entero  por  todas  las  generaciones  futuras.  Aquella  noche  el  anciano  se
               despertó  agradecido  y  llorando,  porque  la  vida  era  generosa  y  le  había
               revelado una cosa que cualquier padre estaría orgulloso de saber.


                   »Poco tiempo después el viejo murió al intentar salvar a un niño que iba a
               ser aplastado por las ruedas de un carruaje. Como se había portado de manera
               correcta y justa durante toda su vida, fue directo al cielo y se encontró con el
               ángel que se le había aparecido en su sueño.

                   »Fuiste un hombre bueno —le dijo el ángel—. Viviste tu existencia con
               amor, y moriste con dignidad. Ahora puedo concederte cualquier deseo que
               tengas.

                   »La  vida  también  fue  buena  conmigo  —respondió  el  viejo—.  Cuando

               apareciste  en  mi  sueño  sentí  que  todos  mis  esfuerzos  estaban  justificados.
               Porque  los  versos  de  mi  hijo  quedarán  entre  los  hombres  de  los  siglos
               venideros.  Nada  tengo  que  pedir  para  mí;  no  obstante,  todo  padre  estaría
               orgulloso de ver la fama de alguien a quien cuidó cuando niño y educó cuando
               joven. Me gustaría oír, en el futuro lejano, las palabras de mi hijo.

                   »El ángel tocó al viejo en el hombro y ambos fueron proyectados hasta un

               futuro lejano. Alrededor de ellos apareció un lugar inmenso, con millones de
               personas que hablaban una lengua extraña.

                   »El viejo lloró de alegría.

                   »Yo sabía que los versos de mi hijo poeta eran buenos e inmortales —le
               dijo al ángel entre lágrimas—. Me gustaría que me dijeras cuál de sus poesías
               es la que estas personas están repitiendo. «Entonces el ángel se aproximó al

               viejo  con  cariño,  y  se  sentaron  en  uno  de  los  bancos  que  había  en  aquel
               inmenso lugar.

                   »Los  versos  de  tu  hijo  poeta  fueron  muy  populares  en  Roma  —dijo  el
               ángel—.  A  todos  gustaban,  y  todos  se  divertían  con  ellos.  Pero  cuando  el
               reinado de Tiberio acabó, sus versos también fueron olvidados. Estas palabras
               son de tu otro hijo, el que entró en el ejército.

                   »El viejo miró sorprendido al ángel.


                   »Tu hijo fue a servir a un lugar muy lejano, y se hizo centurión. También
               era un hombre justo y bueno. Cierta tarde, uno de sus siervos enfermó y estaba
               a  punto  de  morir.  Tu  hijo,  entonces,  oyó  hablar  de  un  rabino  que  curaba
               enfermos, y anduvo días y días buscando a ese hombre. Mientras caminaba
               descubrió que el hombre que estaba buscando era el Hijo de Dios. Encontró a
   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94