Page 84 - El Alquimista
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a punto de acceder a su petición—. Cuando se ama es cuando se consigue ser
               algo  de  la  Creación.  Cuando  se  ama  no  tenemos  ninguna  necesidad  de
               entender lo que sucede, porque todo pasa a suceder dentro de nosotros, y los
               hombres  pueden  transformarse  en  viento.  Siempre  que  los  vientos  ayuden,
               claro está.

                   El viento era muy orgulloso y le molestó lo que el chico decía. Comenzó a
               soplar con más fuerza, levantando las arenas del desierto. Pero finalmente tuvo

               que reconocer que, aun habiendo recorrido el mundo entero, no sabía cómo
               transformar a los hombres en viento. Y no conocía el Amor.

                   —Mientras paseaba por el mundo noté que muchas personas hablaban de
               amor mirando hacia el cielo —dijo el viento, furioso por tener que aceptar sus
               limitaciones—. Tal vez sea mejor preguntar al cielo.

                   —Entonces  ayúdame  —dijo  el  muchacho—.  Llena  este  lugar  de  polvo

               para que yo pueda mirar al sol sin quedarme ciego.

                   El  viento  sopló  con  mucha  fuerza,  y  el  cielo  se  llenó  de  arena,  dejando
               apenas un disco dorado en el lugar del sol.

                   Desde  el  campamento  resultaba  muy  difícil  ver  lo  que  sucedía.  Los
               hombres del desierto ya conocían aquel viento. Se llamaba simún, y era peor
               que una tempestad en el mar (porque ellos no conocían el mar). Los caballos
               relinchaban y las armas empezaron a quedar cubiertas de arena.


                   En el peñasco, uno de los comandantes le dijo al general:

                   —Quizá sea mejor parar todo esto.

                   Ya casi no podían ver al muchacho. Los rostros seguían cubiertos por los
               velos azules, pero los ojos ahora transmitían solamente espanto.

                   —Vamos a poner fin a esto —insistió otro comandante.

                   —Quiero ver la grandeza de Alá —dijo, con respeto, el general—. Quiero
               ver cómo los hombres se transforman en viento.


                   Pero anotó mentalmente el nombre de los dos hombres que habían tenido
               miedo. En cuanto el viento parase, los destituiría de sus respectivos puestos,
               porque los hombres del desierto no sienten miedo.

                   —El viento me dijo que tú conoces el Amor —dijo el muchacho al Sol—.
               Si conoces el Amor, conoces también el Alma del Mundo, que está hecha de
               Amor.

                   —Desde donde estoy puedo ver el Alma del Mundo —dijo el Sol—. Ella
               se  comunica  con  mi  alma  y  los  dos  juntos  hacemos  crecer  las  plantas  y

               caminar  en  busca  de  sombra  a  las  ovejas.  Desde  donde  estoy,  y  estoy  muy
               lejos del mundo, aprendí a amar. Sé que si me aproximo un poco más a la
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