Page 80 - El Alquimista
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—No puedes ofrecerme lo que ya es mío —dijo, arrogante, el general.

                   Pero concedió tres días a los viajeros.

                   El  muchacho  estaba  paralizado  de  terror.  Salió  de  la  tienda  porque  el
               Alquimista lo sostenía por el brazo.

                   —No dejes que perciban tu miedo —dijo el Alquimista—. Son hombres
               valientes,  y  desprecian  a  los  cobardes.  El  muchacho,  no  obstante,  se  había
               quedado  sin  voz.  Sólo  consiguió  hablar  después  de  algún  tiempo,  mientras

               caminaban  por  el  campamento.  No  era  necesario  encerrarlos:  los  árabes  se
               habían limitado a quitarles los caballos. Y una vez más el mundo mostró sus
               múltiples  lenguajes;  el  desierto,  que  antes  era  un  terreno  libre  e  infinito,  se
               había convertido ahora en una muralla infranqueable.

                   —¡Les ha dado todo mi tesoro! —exclamó el muchacho—. ¡Todo lo que
               gané en toda mi vida!


                   —¿Y de qué te serviría si murieras? —replicó el Alquimista—. Tu dinero
               te ha salvado por tres días. Pocas veces el dinero sirve para retrasar la muerte.

                   Pero  el  muchacho  estaba  demasiado  asustado  para  escuchar  palabras
               sabias. No sabía cómo transformarse en viento. No era un Alquimista.

                   El Alquimista pidió té a un guerrero y colocó un poco en las muñecas del
               muchacho,  sobre  la  vena  que  transmite  el  pulso.  Una  ola  de  tranquilidad
               inundó  su  cuerpo,  mientras  el  Alquimista  decía  unas  palabras  que  él  no
               conseguía entender.


                   —No te desesperes —dijo el Alquimista con una voz extrañamente dulce
               —, porque esto impide que puedas conversar con tu corazón.

                   —Pero yo no sé transformarme en viento.

                   —Quien vive su Leyenda Personal sabe todo lo que necesita saber. Sólo
               una cosa hace que un sueño sea imposible: el miedo a fracasar.

                   —No  tengo  miedo  de  fracasar.  Simplemente  no  sé  transformarme  en

               viento.

                   —Pues tendrás que aprender. Tu vida depende de ello.

                   —¿Y si no lo consigo?

                   —Morirás mientras estabas viviendo tu Leyenda Personal. Pero eso ya es
               mucho mejor que morir como millones de personas que jamás supieron que la
               Leyenda Personal existía.

                   «Mientras  tanto,  no  te  preocupes.  Generalmente  la  muerte  hace  que  las
               personas se tornen más sensibles a la vida.
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