Page 79 - El Alquimista
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ojos.
Aun a distancia, los ojos mostraban la fuerza de sus almas. Y esos ojos
hablaban de muerte.
Los llevaron a un campamento militar en las inmediaciones. Un soldado
empujó al muchacho y al Alquimista al interior de una tienda, donde se
hallaban reunidos un comandante y su estado mayor. La tienda era diferente de
las que había conocido en el oasis.
—Son los espías —anunció uno de los hombres.
—Sólo somos viajeros —replicó el Alquimista.
—Se os ha visto en el campamento enemigo hace tres días. Y estuvisteis
hablando con uno de los guerreros.
—Soy un hombre que camina por el desierto y conoce las estrellas —dijo
el Alquimista—. No tengo informaciones de tropas o de movimiento de
clanes. Sólo estoy guiando a mi amigo hasta aquí.
—¿Quién es tu amigo? —preguntó el comandante.
—Un Alquimista —repuso el Alquimista—. Conoce los poderes de la
naturaleza. Y desea mostrar al comandante su capacidad extraordinaria.
El muchacho, aterrado, escuchaba en silencio.
—¿Qué hace un extranjero en nuestra tierra? —quiso saber otro hombre.
—Ha traído dinero para ofrecer a vuestro clan —respondió el Alquimista
antes de que el chico pudiese abrir la boca. Le cogió la bolsa y entregó las
monedas de oro al general.
El árabe las aceptó en silencio. Permitían comprar muchas armas.
—¿Qué es un Alquimista? —preguntó finalmente.
—Un hombre que conoce la naturaleza y el mundo. Si él quisiera,
destruiría este campamento sólo con la fuerza del viento.
Los hombres rieron. Estaban acostumbrados a la fuerza de la guerra, y el
viento no detiene un golpe mortal. Dentro del pecho de cada uno, sin embargo,
sus corazones se encogieron. Eran hombres del desierto y como tales temían a
los hechiceros.
—Quiero verlo —dijo el general.
—Necesitamos tres días —respondió el Alquimista—. Y él se transformará
en viento para mostrar la fuerza de su poder. Si no lo consigue, nosotros os
ofrecemos humildemente nuestras vidas, en honor de vuestro clan.