Page 152 - Coleccion d elibros de lectura
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Y tanto lo embarulló a aquel señor
               Quesada o Quijada, o como se llamara,
               el mundo de los libros de caballería,
               que terminó por soñar despierto.
                   Soñaba con armaduras importadas
               y con yelmos espantamoscas.
                   Y veía magia, aventuras y caballeros
               andantes hasta en la sopa.
                   De esta manera empezó a hacer
               disparates de lo más divertidos.

                                         Empezó a creer que él también era un
                                     caballero andante como el más andante
                                     y más caballero de todos los caballeros
                                     andantes.
                                         Empezó a vestirse como un caballero, o
                                     mejor, casi como un caballero, porque su
                                     armadura y escudo eran de cartón, sus

                                     armas eran las de su tatarabuelo, y
                                     estaban herrumbradísimas.
                                         La dulce dama a quien iba a servir, como
                                     si fuese su novia, era una aldeana vecina
                                     a quien le dio el nombre de Dulcinea del
                                     Toboso. Nombre que sonaba muy bien.






























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