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—¡Es absurdo pedirme que me porte bien! —respondió
el fantasma—. Arrastrar mis cadenas y asustar durante las
noches ¡no es portarse mal! Es mi única razón de ser.
—Eso no es una razón de ser, además, se sabe que en
sus tiempos, usted fue muy malo.
—Sí, no lo niego —contestó con arrogancia el fantasma—.
Pero eso es un asunto que a nadie le importa.
Ante tal respuesta Virginia decidió dejarlo solo.
El fantasma le pidió disculpas y le suplicó que se quedara
con él un poco más. Sin embargo, Virginia escuchó que la
llamaban.
—Buenas noches —se despidió la joven—, le pediré a mi
papá que mande a los gemelos una semana más de vacaciones.
—¡No se vaya, señorita Virginia, se lo suplico! —exclamó
el fantasma—. Estoy tan solo y soy tan desgraciado. Quisiera
dormir y no puedo.
—¡Cómo que no puede! Dormir es muy sencillo. No tiene
usted más que acostarse y apagar la luz.
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