Page 43 - Coleccion d elibros de lectura
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Al día siguiente el fantasma se sentía débil, agotado y
muy nervioso por las emociones de las últimas semanas.
Decidió no salir de su escondite ni poner la mancha en el
suelo, pues sabía que de todos modos la quitarían. Sin
embargo, consideraba un deber salir a los pasillos a la
medianoche por lo menos una vez a la semana, así que
los siguientes tres sábados lo hizo, eso sí, con muchas
precauciones para no ser visto ni oído. Daba pasos ligeros
y utilizaba el aceite quitarrechinidos para engrasar sus
cadenas; al principio se sentía humillado, pero reconocía
que, después de todo, el lubricante era bueno, muy bueno.
Una noche, los gemelos
atravesaron cuerdas en los corredores,
que hicieron tropezar al fantasma en
la oscuridad. La jugarreta lo enfureció
de tal modo que resolvió visitar a
“esos malcriados” con su disfraz más
aterrador. Necesitó tres largas horas
para lograr el aspecto que buscaba.
Cuando estuvo listo atravesó la pared,
se dirigió al corredor, llegó al cuarto de
los gemelos y abrió violentamente la
puerta. Una jarra de agua le cayó encima
y lo dejó empapado hasta los huesos.
Oyó las risas de los traviesos
niños y para no sentirse aún más
humillado, salió a toda velocidad
rumbo a su escondite. Al día siguiente
tuvo que quedarse en cama con un
fuerte catarro.
A partir de aquella noche decidió
no intentar nunca más asustar a
la familia Otis y se limitó a recorrer
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