Page 78 - Coleccion d elibros de lectura
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Pero ese día Tajín andaba con suerte. Al dar la vuelta
               en un recodo del camino se encontró con un extraño
               hombrecito de barba cana, grandes bigotes y cejas tan
               pobladas que casi le cubrían los ojos.
                   —Buenos días, muchacho. Tú no eres de por aquí —le
               dijo el anciano con voz pausada.
                   —Vengo de atrás de la montaña
               —contestó Tajín—; me gustaría pasar
               un tiempo por aquí.
                   —Mis hermanos y yo andamos

               buscando alguien que nos ayude a
               sembrar y a cosechar, a barrer la casa y
               a traer agua del pozo, a poner los frijoles
               en la olla y a vigilar que el fuego no se
               apague. Ven con nosotros —le ofreció el
               hombrecito.
                    —¿Quiénes son tus hermanos?

                   —Somos los Siete Truenos. Nuestra
               tarea es subir a las nubes y provocar la
               lluvia. Nos ponemos…
                   —¿Suben  a  las  nubes?  —exclamó
               Tajín, que era bastante impertinente y
               solía interrumpir a las personas.
                   —¡Claro que subimos! —replicó el hombrecito un tanto
               molesto de que alguien pusiera en duda sus palabras—.
               Nos ponemos nuestras capas, nos calzamos nuestras
               botas, tomamos nuestras espadas y marchamos por los

               aires hasta las nubes más altas. Sobre ellas zapateamos
               bien y bonito hasta que desgranamos la lluvia. “¡Jajay,
               jajay, jajay!”, gritamos entonces y sentimos que la felicidad
               nos desborda.
                   Tajín era un chamaco curioso y atrevido. Apenas escuchó
               aquello se imaginó por los aires, haciendo cabriolas entre









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