Page 80 - Coleccion d elibros de lectura
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—Yo me quedé ayer —dijo uno.
                   —Hace dos semanas que no me
               toca salir —mintió el Trueno Doble, que
               siempre hacía trampas para ir a bailar.
                   —Nadie taconea como yo —presumió
               el Trueno Viejo.
                   —Yo no sé preparar los frijoles.
               No es mi turno… Tengo esta mano
               lastimada… —argumentaron los demás.
                   —Pues yo tampoco me quedaré

               —concluyó el Trueno Mayor, que era
               quien había encontrado a Tajín—. Para
               eso traje a este muchacho. Nosotros le
               diremos cómo nos gusta que haga las
               cosas y pronto aprenderá.








                   Después de mediodía unas nubes se asomaron a
               la orillita del horizonte, enormes y grises, por el lado
               del mar. Tajín ya había recibido instrucciones. Ya sabía
               tomar la escoba y llevar sobre los hombros el cántaro
               lleno de agua y consentir al fuego entre las tres piedras

               del fogón. Sobre todo, ya sabía cómo poner los frijoles
               en la olla para que, por la noche, al regresar de su
               baile, los Siete Truenos pudieran cenar.
                   Muy contentos estaban los ancianos. Entre bromas
               y risas abrieron su gran arcón de maderas perfumadas y
               sacaron sus trajes de faena. Se pusieron las capas, se
               calzaron las botas, se ciñeron las espadas.









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