Page 83 - Coleccion d elibros de lectura
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—No te preocupes, no tardaremos
                                                           mucho —le dijo el Trueno Viejo, que
                                                           se había encariñado un poco con el
                                                           muchacho.
                                                               —Antes de que acabe el día nos
                                                           verás por aquí —dijo otro de los Truenos
                                                           palmeándole la cabeza.
                                                               —Pero  no  olvides  todo  lo  que  te
                                                           hemos  advertido  —le  dijo  el  Trueno
                                                           Doble, que no quería parecer blando.

                                                               —Pon los frijoles en la olla, porque el
                                                           viaje es largo y regresaremos con hambre.
                                                               —No vayas a descuidarte ni dejes la
                                                           casa sola.
                                                               —No te quedes dormido.
                                                               —Sobre todo —le recordó al salir el
                                                           Trueno Mayor—, no vayas a permitir que

                                                           se apaguen las brasas.
                                            Tajín dijo que sí a todo y los Truenos se fueron muy
                                        contentos porque ahora sí tenían a alguien que los
                                        ayudara; que fuera a sembrar y cosechar; que barriera la
                                        casa y trajera agua del pozo; que pusiera los frijoles en
                                        la olla y cuidara amorosamente la adorada flor del fuego.
                                        Muy contentos se fueron los Siete Truenos a comprar sus
                                        puros al mercado de Papantla.
                                            Apenas se quedó solo Tajín tiró la escoba en un rincón
                                        y comenzó a palmotear de contento. Corrió al gran arcón de

                                        los Truenos y se lanzó de cabeza a buscar unas botas
                                        que le quedaran. Tuvo que echar fuera todas las prendas
                                        antes de encontrar unos zapatos de su medida. La capa y
                                        la espada presentaron menos dificultades.
                                            En cuanto se hubo vestido, el muchacho corrió al pozo
                                        para verse reflejado en el agua.









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