Page 53 - Matilda
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—Es muy conocida —aclaró la señorita Honey, recogiendo el libro y
regresando a su mesa frente a la clase—. Una quintilla ingeniosa es muy difícil
de escribir —añadió—. Parecen fáciles, pero, desde luego, no lo son.
—Lo sé —dijo Matilda—. Yo he escrito algunas, pero las mías no son nada
buenas.
—Has escrito algunas, ¿eh? —preguntó la señorita Honey, más asombrada
que nunca—. Bien, Matilda, me encantaría mucho escuchar una de esas quintillas
que dices que has escrito. ¿Te acuerdas de alguna?
—Bien —dijo Matilda, dudando—. Ahora mismo, mientras estábamos
sentados he intentado hacer una sobre usted, señorita Honey.
—¿Sobre mí? —exclamó la señorita Honey—. Bueno, oigámosla, ¿no?
—No me atrevo a recitarla, señorita Honey.
—Recítala, por favor —pidió la señorita Honey—. Te prometo que no me va
a molestar.
—Creo que sí, señorita Honey, porque he incluido su nombre de pila y por eso
no quiero recitarla.
—¿Cómo sabes mi nombre de pila? —preguntó la señorita Honey.
—Antes de entrar oí a otra profesora llamándola —respondió Matilda—. La
llamó Jenny.
—Insisto en escuchar esa quintilla —dijo la señorita Honey, desplegando una
de sus raras sonrisas—. Levántate y recítala.
Matilda se puso en pie de mala gana y muy despacio, y muy nerviosa, recitó
su quintilla:
Lo que de Jenny todos tenemos en mente
es si probablemente
hay en esta escuela bendita
chicas de cara tan bonita.
La respuesta a eso es: « ¡Ninguna!» .
El rostro pálido y agradable de la señorita Honey enrojeció. Luego, volvió a
sonreír una vez más. Esta vez fue una sonrisa más abierta, una sonrisa de puro