Page 48 - Matilda
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—Sí, señorita Honey —canturrearon dieciocho excitadas vocecillas.
        —Por  mi  parte  —prosiguió  la  señorita  Honey—,  quiero  ayudaros  a  que
      aprendáis todo lo posible mientras estéis en esta clase. Sé que eso os facilitará
      luego las cosas. Así, pues, espero que para finales de semana sepáis todos la tabla
      de multiplicar por dos y, al final del curso, que hayáis aprendido las tablas de
      multiplicar  hasta  doce.  Si  las  aprendéis,  os  ayudará  enormemente.  Veamos
      ahora. ¿Alguno de vosotros sabe la tabla de multiplicar por dos?
        Matilda levantó la mano. Era la única.
        La señorita Honey miró atentamente a la pequeñaja de pelo oscuro y cara
      redonda y seria sentada en la segunda fila.
        —Magnífico —dijo—. Levántate, por favor, y dila hasta donde sepas.
        Matilda  se  puso  en  pie  y  comenzó  a  decir  la  tabla  de  multiplicar  por  dos.
      Cuando llegó a « dos por doce, veinticuatro» , no se detuvo. Siguió con « dos por
      trece,  veintiséis» ,  « dos  por  catorce,  veintiocho» ,  « dos  por  quince,  treinta» ,
      « dos por dieciséis…» .
        —¡Basta!  —dijo  la  señorita  Honey.  Había  escuchado  deleitada  aquel
      tranquilo recital y preguntó—. ¿Hasta dónde sabes?
        —¿Hasta dónde? —dijo Matilda—. La verdad es que no lo sé, señorita Honey.
      Bastante más, supongo.
        La  señorita  Honey  se  tomó  unos  instantes  para  digerir  aquella  curiosa
      afirmación.
        —¿Crees —preguntó— que sabrías decirme cuántas son dos por veintiocho?
        —Sí, señorita Honey.
        —¿Cuántas son?
        —Cincuenta y seis, señorita Honey.
        —Veamos algo más difícil, como, por ejemplo, dos por cuatrocientas ochenta
      y siete. ¿Sabrías decirme cuántas son?
        —Sí, creo que sí —dijo Matilda.
        —¿Estás segura?
        —Claro que sí, señorita Honey, estoy segura.
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