Page 45 - Matilda
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—¿Y con eso le volverá el color? —preguntó ansiosamente el padre.
        —¡Claro que no, imbécil! —exclamó la madre.
        —¿Qué hago, entonces? No puedo ir por ahí con este aspecto.
        —Tendrás que teñírtelo de negro —dijo la madre—, pero lávatelo primero o
      no tendrás nada que teñir.
        —¡Rápido!  —gritó  el  padre,  reaccionando—.  ¡Consígueme  hora  enseguida
      con  tu  peluquero  para  que  me  lo  tiña!  ¡Di  que  se  trata  de  una  emergencia!
      ¡Tendrá que quitar a alguien de la lista! Ahora voy a subir a lavármelo.
        Dicho  esto,  el  hombre  salió  a  toda  prisa  de  la  habitación  y  la  señora
      Wormwood, suspirando profundamente, se dirigió al teléfono para llamar al salón
      de belleza.
        —Papá hace tonterías de vez en cuando, ¿no, mamá? —dijo Matilda.
        La madre, mientras marcaba el número de teléfono, comentó:
        —Me temo que los hombres no son siempre tan inteligentes como ellos se
      creen. Ya lo aprenderás cuando seas un poco mayor, hija.
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