Page 44 - Matilda
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—¡Ten cuidado! —gritó la madre—. ¡Mira lo que has hecho ahora! ¡Son los
mejores polvos de Elizabeth Arden para la cara!
—¡Oh, Dios mío! —exclamó el padre al verse en el espejito—. ¿Qué ha
pasado? ¡Tengo un aspecto horrible! ¡Parezco como si se te hubiera ido la mano a
ti! ¡No puedo ir así al garaje a vender coches! ¿Cómo ha sucedido? —miró a su
alrededor, primero a la madre, luego al hijo y, finalmente, a Matilda—. ¿Cómo
ha podido suceder? —gritó.
—Supongo, papá —dijo Matilda tranquilamente—, que, sin darte cuenta,
habrás cogido de la repisa el frasco del producto de mamá en lugar del tuyo.
—¡Eso es lo que ha pasado, claro! —exclamó la madre—. ¿Cómo puedes ser
tan estúpido, Harry? ¿Por qué no lees las etiquetas antes de echarte encima un
producto? El mío es terriblemente fuerte. ¡Yo sólo uso una cucharada disuelta en
una palangana de agua y vas tú y te lo echas puro en la cabeza! Con probabilidad
se te acabará cayendo el pelo. ¿Te pica el cuero cabelludo, cariño?
—¿Quieres decir que me voy a quedar sin pelo? —vociferó el marido.
—Creo que sí —dijo la madre—. El peróxido es un producto químico muy
fuerte. Es lo que se emplea en el retrete para desinfectar la taza, sólo que con
otro nombre.
—¿Qué estás diciendo? —gritó el marido—. ¡Yo no soy una taza de retrete!
¡No quiero que me desinfecten!
—Incluso diluido como lo uso yo —dijo la madre—, se me cae una gran
cantidad de pelo, así que cualquiera sabe lo que te puede pasar a ti. Me sorprende
que no se te haya caído ya todo lo de arriba.
—¿Y qué puedo hacer? —gimió el padre—. ¡Dime enseguida lo que tengo
que hacer antes de que empiece a caerse!
—Si yo fuera tú —intervino Matilda—, me lo lavaría bien con agua y jabón,
papá. Pero tendrás que darte prisa.