Page 57 - Matilda
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parecía  más  una  excéntrica  y  sanguinaria  aficionada  a  las  monterías  que  la
      directora de una bonita escuela para niños.


















        Al  entrar  la  señorita  Honey  en  el  despacho,  la  señorita  Trunchbull  estaba
      junto  a  su  gran  mesa  de  trabajo,  con  la  impaciencia  reflejada  en  su  rostro
      ceñudo.
        —Sí, señorita Honey —dijo—. ¿Qué quiere usted? Esta mañana parece usted
      muy sofocada y nerviosa. ¿Qué le pasa? ¿Le han estado tirando bolitas de papel
      masticado esos pequeños bicharracos?
        —No, señora directora, nada de eso.
        —¿Qué es entonces? Adelante con ello. Soy una mujer ocupada —mientras
      hablaba se sirvió un vaso de agua de una jarra que había siempre en su mesa.
        —Hay una niña en mi clase, que se llama Matilda Wormwood… —empezó a
      decir la señorita Honey.
        —Es  la  hija  del  propietario  de  Motores  Wormwood  —vociferó  la  señorita
      Trunchbull. Casi nunca hablaba con voz normal. O vociferaba o gritaba—. Una
      excelente  persona  ese  Wormwood  —prosiguió—.  Justamente  ayer  estuve  allí.
      Me vendió un coche. Casi nuevo. Sólo tiene diez mil kilómetros. La propietaria
      anterior era una señora mayor que sólo lo utilizaba una vez al año como mucho.
      Una verdadera ganga. Sí, me gusta ese Wormwood. Un auténtico pilar de nuestra
      sociedad. Aunque me dijo que su hija era una mala persona. Que la vigiláramos.
      Dijo que si alguna vez sucedía algo malo en la escuela, seguro que la culpable
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