Page 62 - Matilda
P. 62

amado hijo era un completo asno. La señorita Honey confiaba en que no tendría
      dificultades para convencer al señor y a la señora Wormwood de que Matilda era
      algo muy especial. El problema iba a ser evitar que se entusiasmaran demasiado.
        Las  ilusiones  de  la  señorita  Honey  se  iban  ampliando.  Se  preguntó  si  los
      padres la autorizarían a darle clases particulares a Matilda después de la escuela.
      La perspectiva de preparar a una niña tan brillante estimulaba enormemente su
      instinto profesional de profesora. De pronto, decidió que iría a ver al señor y a la
      señora Wormwood esa misma noche. Iría bastante tarde, entre las nueve y las
      diez, cuando estaba segura de que Matilda se encontraría en la cama.
        Y  eso  fue  exactamente  lo  que  hizo.  Tras  conseguir  la  dirección  en  los
      archivos de la escuela, la señorita Honey salió de su casa para dirigirse andando
      a la de los Wormwood, poco después de las nueve.
        Encontró  la  casa  en  una  calle  agradable,  en  la  que  cada  diminuto  edificio
      estaba separado de sus vecinos por un trozo de jardín. Era una casa moderna, de
      ladrillo,  que  no  debía  de  haber  sido  barata,  y  el  nombre  de  la  puerta  decía
      RINCÓN ACOGEDOR. « Cocinera metomentodo [1]  hubiera sido mejor» , pensó
      la señorita Honey. Era aficionada a los juegos de palabras como aquél. Subió el
      sendero y llamó al timbre y, mientras aguardaba, escuchó la televisión atronando
      dentro.
        Abrió la puerta un hombrecillo de rostro malhumorado y bigotillo esmirriado,
      que llevaba una chaqueta deportiva de rayas naranjas y rojas.
        —¿Sí?  —preguntó  examinando  a  la  señorita  Honey—.  Si  vende  usted
      papeletas para alguna rifa, no quiero ninguna.
        —No —aclaró la señorita Honey—. Por favor, perdone que me presente así,
      sin más. Soy la profesora de Matilda y es preciso que hable con usted y con su
      esposa.
        —Ya  tiene  problemas,  ¿no?  —dijo  el  señor  Wormwood,  obstaculizando  la
      entrada—. Bueno, a partir de ahora es responsabilidad suya. Tendrá que ocuparse
      usted de ella.
   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67