Page 65 - Matilda
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llenas de libros por toda la casa. Yo no podía saberlo. Puede que sean ustedes
      grandes lectores.
        —Claro que leemos —asintió el señor Wormwood—. No diga tonterías. Yo
      leo todas las semanas el Autocar y el Motor de cabo a rabo.
        —Esa niña ha leído ya un número asombroso de libros —continuó la señorita
      Honey—.  Únicamente  quería  saber  si  provenía  de  una  familia  amante  de  la
      buena literatura.










        —Nosotros  no  somos  muy  aficionados  a  leer  libros  —replicó  el  señor
      Wormwood—.  Uno  no  puede  labrarse  un  futuro  sentado  sobre  el  trasero  y
      leyendo libros de cuentos. No tenemos libros en casa.
        —Ya veo —dijo la señorita Honey—. Bien, todo lo que quería decirles es que
      Matilda tiene un talento extraordinario, pero supongo que ya lo sabrán ustedes.
        —Claro  que  sabíamos  que  leía  —dijo  la  madre—.  Se  pasa  la  vida  en  su
      cuarto enfrascada en algún libro absurdo.
        —Pero  ¿no  les  llama  la  atención  —preguntó  la  señorita  Honey—  que  una
      niña de cinco años lea extensas novelas para adultos, de Dickens y Hemingway?
      ¿No les impresiona eso?
        —No  especialmente  —dijo  la  madre—.  No  me  gustan  las  chicas
      marisabidillas.  Una  chica  debe  preocuparse  por  ser  atractiva  para  conseguir
      luego un buen marido. La belleza es más importante que los libros [2] , señorita
      Hunky…
        —Me llamo Honey —corrigió la señorita Honey.
        —Míreme a mí —dijo la señora Wormwood— y luego mírese usted. Usted
      prefirió los libros. Yo, la belleza.
        La señorita Honey miró a la vulgar y regordeta persona con cara de torta y
      pagada de sí misma que estaba sentada al otro lado de la habitación.
        —¿Qué ha dicho usted? —preguntó.
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