Page 66 - Matilda
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—He dicho que usted eligió los libros y yo la belleza —dijo la señora
Wormwood—. ¿Y a quién le ha ido mejor? A mí, por supuesto. Yo vivo
cómodamente en una casa preciosa con un próspero hombre de negocios y usted
trabaja como una negra, enseñándole el abecedario a un montón de niños
horribles.
—Muy cierto, ricura —dijo el señor Wormwood, lanzando a su mujer una
mirada tan conmovedoramente tierna que hubiera hecho vomitar a un gato.
La señorita Honey pensó que si quería conseguir algo de aquella gente no
debía perder la paciencia.
—No les he contado todo —dijo—. Matilda, por lo que he podido advertir
hasta ahora, es también una especie de genio matemático. Multiplica
mentalmente cifras complicadas, como el rayo.
—¿Para qué sirve eso si uno puede comprarse una calculadora? —preguntó el
señor Wormwood.
—Una chica no consigue un hombre siendo inteligente —dijo la señora
Wormwood—. Mire, por ejemplo, a esa actriz —añadió, señalando la muda
pantalla del televisor, en la que un apuesto actor abrazaba a una actriz pechugona
a la luz de la luna—. No creerá usted que lo ha conseguido haciéndole
multiplicaciones, ¿no? Probablemente no. Y ahora él se va a casar con ella, ya lo
verá, y va a vivir en una mansión con un mayordomo y un montón de criados.
La señorita Honey apenas daba crédito a lo que estaba oyendo. Había oído
que había en el pueblo padres como aquéllos y que sus hijos acababan siendo
delincuentes y marginados, pero para ella fue un choque conocer a unos padres