Page 36 - Primer libro VIM
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el número de personas solteras: casi tres cuartas partes del
universo total, frente a un 20% de personas que viven en
pareja (casados o en unión libre).
Este no es un dato casual, un alto porcentaje de personas
con discapacidad motora elige la vocación de soltería como
opción de vida social. Esto también puede ser motivo de otra
investigación. Lo que sabemos en el movimiento, después de
tantos años de acompañar a nuestras hermanas y hermanos
con discapacidad, es que muchos de ellos lo hacen en
conciencia; es decir, eligen la soltería con plena conciencia de lo que implica la vida en pareja y la vida
familiar.
Lo hacen conscientes también de las discapacidades que viven otras personas: tienen claro que basta que un
miembro de la pareja sea disfuncional, para que la pareja no funcione. Y, contrario a lo que comúnmente se puede
pensar, no es tanto la discapacidad motora la que impide un funcionamiento armonioso de la pareja, sino, más
bien y con mucha más frecuencia, la discapacidad emocional; aquella que limita e incapacita a la persona para
relacionarse en forma sana y estable con las demás. De la cual, por supuesto, no están exentas las personas con
discapacidad motora quienes al comienzo de su proceso, con frecuencia han experimentado baja autoestima e
inseguridad; situación que los frena en el reto de establecer nuevas relaciones de pareja. Hay estereotipos muy
diversos que rodean a las vocaciones de vida social. El anhelo de una pareja bonita o una familia de foto, puede
encubrir una serie de conflictos inimaginables. Estos estereotipos generan actitudes de minusvaloración o de
discriminación hacia las personas con discapacidad, entre aquellos que las creen “incapaces” para tener una pareja;
pues en última instancia –se piensa- ¿quién se fijaría en ellas?
Hay mucha ignorancia en torno a este tema y, prueba de ello, es precisamente el 20% de personas con discapacidad
encuestadas, que actualmente viven en pareja. Son 40 personas que no han tenido ningún problema para que
“se sigan fijando en ellas” y conservar su relación de pareja; incluso, una de las 8 personas con discapacidad que
respondieron la encuesta con el estatus de divorciadas, nos compartió que fue ella quien solicitó la separación a su
pareja. De manera que el problema no puede reducirse sólo a la polaridad entre dos personas ni a otros aspectos
superficiales de la realidad familiar. Muchas de las personas con discapacidad del Modelo VIM que ahora mismo
viven en pareja, saben y están conscientes de que la vida en pareja y la vida familiar, consisten en dos o más
individuos que deciden arreglar sus problemas personales (resolver su huella de abandono) y, desde su propio
proyecto de vida, construir un proyecto de vida en común.
Lo mismo ocurre con respecto a la vocación de soltería. Para la mayor parte de las y los solteros con discapacidad
del Modelo VIM, esta vocación no consiste en seguir siendo hija o
hijo de familia; sino en asumir la responsabilidad de la propia vida
y, desde ahí, implementar un proyecto de vida individual. Es el
hogar de la soltera o el soltero, formado por él o por ella misma,
desde un proyecto de vida individual y donde la experiencia de
vida para cada PCD puede ser maravillosa.
La gráfica 6, junto con otros datos que arroja la encuesta, lo
describe de una manera muy elocuente. En ella, puede apreciarse
que 118 personas con discapacidad motora encuestadas, viven
con sus padres. Este sólo dato podría hacer pensar a algunos, que
dichas personas no son en realidad independientes, Pero si profundizamos un poco más en la información que
nos arroja la encuesta, haciendo los cruces necesarios de información, podremos constatar que una conclusión así
estaría muy lejos de la realidad; y, que más bien, en la mayoría de los casos de personas con discapacidad motora
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