Page 125 - 01 Einstein
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Al final de cada tormenta creativa, Einstein caía enfermo. La cru-
        deza de la resaca era proporcional al esfuerzo invertido. Si des-
        pués de los meses de hiperactividad que alumbraron los artículos
        de  1905 pasó dos semanas en cama,  tras su largo y sostenido
        pulso con la relatividad general la convalecencia se alargó, con
        intermitencias, varios años. El racionamiento de la guerra no hizo
        sino agravar su condición. A partir de 1917 su organismo cedió
        ante una sucesión de pequeños colapsos, cálculos biliares, he-
        patopatías, ictericia,  úlcera de estómago,  que  lo postraron en
        cama durante meses, haciéndole temer que nunca se recuperaría
        del todo. En un intervalo de dos meses llegó a perder hasta vein-
        ticinco kilos.
            Con la entrada del verano, Elsa le alquiló un piso en el mismo
        bloque de apartamentos donde ella vivía y, con discreción, escalera
        aniba, escalera abajo, se multiplicó en los papeles de enfermera,
        cocinera, vecina y amante. A cambio de su entrega incondicional,
        aun1entó la presión sobre el divorcio. Al  año siguiente Einstein
        resucitó la cuestión espinosa frente a Mileva, en un despliegue de
        tacto que adornó con una espectacular oferta económica, que in-
        cluía el dinero de un eventual premio No bel. Al principio ella reac-
        cionó con su antigua furia, pero a las pocas semanas recogió velas.
        La persistencia de su separación y la determinación de Einstein
        evidenciaban que el mat1imonio se había deshecho sin remedio, a





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