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autores como Karl Popper o Thomas Kuhn,  sin contar con la in-
         fluencia evidente en el Círculo de Viena,  algunos de cuyos pen-
         sadores habían acudido a sus clases. Sus críticas a la metafísica
         eran devastadoras, aunque concedía que las preguntas filosóficas
         que planteaba tal disciplina eran dignas de ocupar el tiempo de
         cualquiera.  Sostenía que la respuesta a  las grandes cuestiones
         llegaría a través del análisis de pequeños problemas resolubles,
         argumentando que miles de hombres geniales habían dedicado
         sus vidas a las mayores incógnitas sin demasiado progreso apa-
         rente.  Boltzmann profesaba una visión darwinista de la ciencia
         y del conocimiento en general, llegando incluso a afirmar que la
         lógica matemática no era más que un producto de la evolución,
         adelantándose, una vez más, a los grandes avances en ese campo
         durante el siglo xx.
             El can1po en el que se vio obligado a batallar de forma más
         ardua, tanto en su faceta de científico como en la de filósofo de
         la ciencia, fue  el de la defensa de la teoría atómica. A pesar de
         la multitud de éxitos cosechados por sus métodos, a finales del
         siglo XIX surgió una corriente llamada «energética» -liderada por
         Ernst Mach, el gran rival filosófico de Boltzmann- que afirmaba
         que toda la física podía ser explicada en base a intercambios de
         energía. Los energetistas negaban la existencia de los átomos y
         consideraban a los valedores de la teoría atómica como científicos
         anticuados que se aferraban a ideas caducas. Boltzmann sufrió
         como pocos sus ataques, lo que hizo mella en su personalidad de-
        presiva y,  según algunos historiadores, contribuyó notablemente
         a su suicidio.
            Para Boltzmann, la existencia de los átomos no estaba abierta
         a debate. No se trataba de la fe ciega que sugerían sus rivales, sino
         de una adherencia estricta a las enseñanzas del método científico:
        la teoría con mayor poder explicativo debe ser la que se adopte.
        En este caso, no había duda de que la teoría atómica se llevaba la
        palma frente a una hipótesis energética que no era capaz de expli-
        car siquiera el movimiento de un punto material.
            La visión de Boltzmann fue vindicada a principios del siglo xx
        cuando una serie de experimentos demostraron, sin lugar a dudas,
        que la materia estaba formada por átomos. Por desgracia, la vic-






                                                          INTRODUCCIÓN        11
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