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acuñó el término, sí fue el iniciador de la disciplina, al inventar los
métodos usados en la actualidad. Y al contrario que otros genios
incomprendidos, Boltzmann gozó de gran prestigio en vida; así,
por ejemplo, fue invitado numerosas veces al palacio del empera-
dor austrohúngaro Francisco José, lo que da una idea de la fama
de la que gozaba. Sus clases estaban abarrotadas y jóvenes de
todo el mundo viajaban a donde las impartiese para poder asis-
tir a ellas. Su influencia era notoria en Inglaterra, donde incluso
llegó a recibir un doctorado honoris causa por la Universidad de
Oxford. Tuvo mucha relación con otras grandes figuras del mo-
mento, como James Clerk Maxwell o Hennann von Helmholtz.
Varios de sus alumnos llegaron a obtener premios Nobel, entre los
que destaca el de Química del sueco Svante Arrhenius.
Precisamente en su papel como profesor es donde puede
verse hasta qué punto Boltzmann influyó en el devenir de la cien-
cia.1 Siempre estaba al corriente de los últimos desarrollos tanto
en física como en matemáticas, y los transmitía a sus discípulos
con pasión y rigor. Era un ferviente defensor de las geometrías
no euclidianas, desarrolladas por Lobachevski, Bolyai y Riemann
en la primera mitad de siglo, las cuales resultaron la pieza clave
para que Albert Einstein construyera la relatividad general. Tam-
bién trabajó, con éxito, para introducir las ideas de Maxwell en la
Europa continental.
Por otro lado, Boltzmann era un gran admirador de Charles
Darwin, hasta el punto de que, en su opinión, el siglo XIX era «el
siglo de Darwin». Parte de su devoción se debía al hecho de que
el inglés había logrado extraer conclusiones de gran alcance a
partir de hacerse preguntas muy específicas sobre campos nimios
como la cría de palomas. Boltzmann siguió un patrón parecido,
pasando de lo insignificante a lo mayúsculo en virtud del razona-
miento lógico. A partir de la teoría atómica y de la probabilidad,
logró deducir las propiedades de los gases; consiguió demostrar
que esa misteriosa cantidad llamada «entropía» no era otra cosa
que una medida del desorden molecular en un cuerpo y que au-
mentaba siempre debido a que las configuraciones desordenadas
eran también las más probables. Así, algo que parecía un misterio
quedaba convertido en casi una tautología.
INTRODUCCIÓN 9