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Introducción
Si hay un científico que personifica como nadie la noción de azar,
ese es Ludwig Boltzmann. Su vida fue una sucesión casi aleatoria
de golpes de suerte e infortunios, culminando estos últimos con
su suicidio en 1906. Gozó de un amplio prestigio internacional,
no solo en el ámbito científico, sino también en la sociedad de la
época --que lo veneraba como el sabio que era- , pero, al mismo
tiempo, fue atacado sin cuartel por un gran número de rivales
intelectuales. La gran aportación de Boltzmann es su explicación
de los fundamentos de la termodinámica, la ciencia del calor, en
términos mecánicos.
La termodinámica, como Boltzmann, nació en el mundo de la
Revolución industrial, donde el progreso ocasionado por el desa-
rrollo tecnológico había dado a los hombres de ciencia el estatus
de figuras públicas. En ese contexto, no es de extrañar que a mu-
chos de ellos les fueran concedidos títulos nobiliarios, como fue el
caso de William Thomson, primer barón de Kelvin, o de Benjamin
Thompson, que sería conocido como conde de Rumford. A Boltz-
mann le fue ofrecido un honor similar, pero lo rechazó argumen-
tando que su apellido había valido para sus padres y valdría para
sus hijos. En este gesto se puede ver el carácter de un hombre que
no hacía distinciones entre rangos sociales y que nunca se sintió
cómodo con la pompa de la alta sociedad.
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