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un desafío para la recién nacida mecánica cuántica. Eso se debía a
que la energía misma de una partícula dependía también de la ve-
locidad a la que el observador se moviese respecto a ella. A causa
de la equivalencia entre masa y energía, la misma masa de la partí-
cula parecería cambiar al ser observada a diferentes velocidades;
de hecho, si uno se desplazase con suficiente rapidez respecto a
ella, su energía bastaría para crear una o más partículas de igual
masa. Es decir, ahí donde un observador veía solo una partícula,
otro puede ver miles, dependiendo de sus velocidades relativas.
Esa condición era muy difícil de aplicar a la mecánica cuán-
tica, que se basaba en la llamada ecuación de Schrodinger, pro-
'
Reorganizando la ecuación y aislando t' se obtiene finalmente la fórmula de
la dilatación temporal:
t' = t .
1
✓ -(Yct
Así pues, vemos que el tiempo observado por el segundo observador es ma-
yor que el observado por el primero, a pesar de que se trata exactamente del
mismo suceso. Razonamientos parecidos llevan a concluir que las longitudes
tampoco se mantienen constantes, sino que son modificadas según la velo-
cidad del observador. Los efectos relativistas empiezan a ser considerables
para velocidades cercanas a la de la luz, mientras que son prácticamente
inexistentes en el ámbito cotidiano.
FIG. 1 FIG. 2
Espejo 1 Espejo 1 V
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Espejo 2
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Espejo 2 vt'
EL LEGADO DE BOL TZMANN 151