Page 17 - 24 Rutherford
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«Cocodrilo». Ese era el sobrenombre con el que los estudiantes
       conocían a Emest Rutherford cuando ya era un científico venera-
       ble y respetado. Un alumno soviético, Pyotr Kapitsa, le puso ese
       mote porque el cocodrilo representa para los rusos la figura pa-
       terna. Pero también había otro sentido cariñosamente malévolo
       en esa caracterización: el cocodrilo no puede torcer el cuello, se
       ve obligado a mirar siempre al frente, sin flexibilidad de ninguna
       clase. Rutherford tenía un carácter fuerte, y su mayor obsesión
       eran los datos y las evidencias. Uno de sus gritos de guerra era:
        «¡Dame datos, y dámelos cuanto antes!». No solo los estudiantes
       fueron testimonios de esa férrea exigencia. Cuando se contrató a
       un obrero para levantar una pared en el laboratorio, más de una
       vez tuvo que detenerse asombrado al ver a Rutherford gritándole
       que quería ver el resultado de su trabajo de investigación inme-
       diatamente, al confundirlo con un científico.
           Sin lugar a dudas, esa pasión por las pruebas convirtió a Ru-
       therford en el mejor experimentador de su generación y en uno de
       los científicos más destacados de todos los tiempos. Sus aportacio-
       nes son el fruto del trabajo de calidad llevado a cabo a lo largo de
       tres décadas, y las más importantes llegaron una vez que ya estuvo
       en posesión del premio Nobel. Fue, además, mentor de varias ge-
       neraciones de físicos que luego brillaron con luz propia, a los que
       supo estimular y encaminar para que tuvieran carreras exitosas.






                                       EL DESCUBRIMIENTO DEL NÚCLEO ATÓMICO   17
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