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ampliara el  campo de detección de los posibles centelleos (fi-
                     gura 1).  Hasta el momento, el aparato se había diseñado para
                     observarlos exclusivamente en la parte central, dando a enten-
                     der que los rayos iban en línea recta o solo se producía una li-
                     gera desviación. ¿Sería posible encontrar centelleos fuera de los
                     reducidos márgenes en los que se concentraba la investigación
                     hasta ese momento? El problema técnico residía en poder mover
                     el microscopio por toda la cámara para observar impactos sin
                     que esta posibilidad afectara al vacío creado en el interior de la
                     cámara. Marsden, junto a Geiger, lograron un diseño elegante y
                     efectivo.
                         Según sus cálculos, por cada gramo de radio se llegaban a
                     emitir unos treinta mil millones de rayos alfa.  Marsden observó
                     que la inmensa mayoría de impactos eran consistentes con la pre-
                     dicción y atravesaban la lámina sin desviarse. Sin embargo, en uno
                     de cada ocho mil casos se producía la inexplicable desviación.
                     Marsden repitió el experimento y contabilizó miles de impactos,
                     pero la anomalía siguió apareciendo de forma persistente.
                         Es más: para sorpresa de todos, los investigadores siguieron
                     registrando impactos con ángulos de desviación de incluso 90º,
                     y alguno llegaba hasta los 180º  ( es decir, la partícula alfa salía
                     rebotada de la lámina de oro y literalmente retrocedía hacia el
                     punto de partida). A medida que las observaciones se alejaban
                     del lugar previsto de impacto en una trayectoria rectilínea, el por-
                     centaje disminuía, pero no era nulo.  El experimento mostraba
                     a todas luces que la estructura del átomo no era como se había
                     creído. Tenía que existir algo extraordinariamente «duro» en su
                     interior y además ocupando un espacio sumamente pequeño en
                     comparación con el tamaño del propio átomo para explicar que
                     solo un porcentaje de los rayos se desviara (figura 5).  «Resultó
                    tan increíble como si se hubiera lanzado una bala de 15 pulgadas
                    hacia un trozo de papel de seda y la bala hubiera rebotado hacia
                    ti», comentó Rutherford más tarde, reflejando toda su sorpresa y
                    · estupor ante el hallazgo -aunque cuando explicaba esta anéc-
                     dota ponía esta frase en boca de Geiger-. El descubrimiento de
                    Marsden y Geiger se publicó en 1909 en la prestigiosa publicación
                     científica Proceedings of the Royal Society.






         22         EL DESCUBRIMIENTO DEL NÚCLEO ATÓMICO
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