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plicó que la idea de los antiguos de «la llama de la vida» podía
no ser solo una reflexión poética, sino el indicio de profundos
conocirrúentos.
Medir, pesar, contar ... Hacían falta balanzas, gasómetros,
varas de medir, pero también unidades de medida homogéneas.
Metro, litro, gramo, Lavoisier dotó a Francia de un sistema univer-
sal de pesas y medidas, común para los científicos, pero también
para los comerciantes, los ganaderos y los agricultores del mundo
entero. Su ambición y capacidad de reforma no tuvo límites.
Al tiempo que hacía todos estos experimentos, Lavoisier re-
formaba la estructura de la Ferme Générale, llevaba a cabo un
ambicioso proyecto agricola en su granja de Fréchines y elabo-
raba cientos de informes para la Academia de Ciencias. Y, ade-
más, todo lo hacía bien, desde analizar la trayectoria de los globos
aerostáticos de los hermanos Montgolfier y proponer mejoras
en su diseño, hasta desenmascarar charlatanes como el doctor
Mesmer y su «magnetismo animal». Era un critico inflexible, pero
un informe negativo sobre los trabajos de Marat sobre el fluido
ígneo habria de pasarle una trágica factura años después.
Si en sus investigaciones científicas Lavoisier buscaba la pre-
cisión en la medida y la exactitud en el cálculo, en sus trabajos al
servicio de la nación buscaba el bien común y la protección de los
débiles. Fueron demoledores sus informes sobre las prisiones y
los hospitales de Paris. Pero su proyecto más ambicioso fue su
monumental informe sobre la riqueza territorial de Francia: a su
extraordinaria capacidad para acumular y procesar datos, se unió
su habilidad para redactarlos y presentarlos de forma amena y
concisa. Sus propuestas más revolucionarias surgieron en los
campos de la educación y la ciencia. La primera había de ser laica,
sin discrirrúnación de sexo e incluir dos niveles, uno que llevara a
la universidad, y otro que desembocara en una formación profe-
sional, categoria esta última que nadie había propuesto antes. Es-
taba convencido de que ambos niveles eran la base del progreso
de un país, por lo que hizo un vibrante llamarrúento a la Conven-
ción para que no se descuidase ninguno.
Mientras Lavoisier se ocupaba de esas tareas, los súbditos
franceses se rebelaron primero contra los impuestos, después
INTRODUCCIÓN 11