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Introducción
A finales del siglo XVIII, al grito de Liberté, egalité, fraternité ( «Li-
bertad, igualdad, fraternidad»), los reyes de Francia dejaron de
detentar el poder por la gracia de Dios, perdiendo literalmente la
cabeza en el transcurso de la revuelta. Poco antes la materia había
sufrido una transformación no menos drástica: dejó de estar for-
mada por los cuatro elementos tradicionales -tierra, fuego, aire y
agua- para pasar a estar constituida por los elementos químicos
nombrados y enumerados por el ciudadano Lavoisier.
Cuando Antoine Lavoisier nació en 17 43 reinaba en Francia
Luis XV, que había heredado la corona, que no el esplendor, de
su bisabuelo Luis XIV, el Rey Sol. Lavoisier murió pocos meses
después que Luis XVI, hijo y heredero de Luis XV, de la misma
forma y en el mismo lugar: ambos fueron guillotinados en la Plaza
de la Revolución. Sus logros, sin embargo, fueron muy diferentes:
mientras que las indecisiones del monarca y las frivolidades de
la reina dieron al traste con la monarquía francesa, el trabajo y el
genio de Lavoisier propiciaron la desaparición de la alquimia y
el nacimiento de una nueva ciencia, la química.
Orgullosos miembros del Tercer Estado, los Lavoisier y los
Punctis habían prosperado considerablemente desde sus modes-
tos orígenes campesinos gracias al celo en su trabajo como abo-
gados y procuradores, por lo que no imaginaban una profesión
mejor para Antoine Lavoisier, heredero de ambas familias. Pero la
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