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un experimento para confinnar o descartar la transmutación del
agua en tierra y viceversa. Sus conclusiones fueron inapelables:
esa transmutación no ocurría.
Por esa época su familia empezó a pensar que la abogacía
quizá no fuera la profesión más adecuada para él. Pero Antoine
no colgó la toga hasta que no tuvo un mejor medio de vida: un
puesto en la malhadada Ferme Générale, la institución encargada
de recaudar los impuestos para el Estado. Allí Antoine encontró a
su futuro suegro, pero también mucho trabajo, mucho dinero y,
a la postre, una condena a muerte.
Por la misma época tuvo lugar su triunfal ingreso en la Aca-
demia de Ciencias, institución que a partir de entonces fue adqui-
riendo su impronta. En uno de sus primeros experimentos como
miembro de la misma --quizá el más espectacular de todos los
que allí realizó- hizo desaparecer unos diamantes. Poco después,
inspirado por los trabajos desarrollados por el vehemente pastor
disidente inglés Joseph Priestley, llevó a cabo el experimento más
célebre de la historia de la química: la formación y descomposi-
ción de la cal roja de mercurio. El producto de tal proeza fue la
obtención del más famoso de los «aires», que él bautizó como
«oxígeno», lo que le granjeó la ira de Priestley y de gran parte de
la ciencia inglesa.
«Aire común», «aire inflamable», «aire fijo» ... , los ingleses
eran los maestros de los «aires», los que mejor sabían atraparlos
y medirlos. Siguiendo sus enseñanzas y mejorando sus aparatos,
Lavoisier midió y pesó todos los «aires». El más importante, sin
duda, era el «aire vital», imprescindible tanto para el fuego como
para la vida. A pesar de las críticas, su nuevo nombre, «oxígeno»,
fue aceptado por todos. Con su ayuda, Lavoisier desmontó la teo-
ría del «flogisto», en la que los científicos se habían apoyado du-
rante más de cincuenta años. Su esposa, Marie Paulze, tuvo un
papel crucial como traductora de textos y como intérprete en su
correspondencia con los científicos ingleses.
Por esa época la pareja vivía en el Arsenal, donde Antoine
llegaría a tener el laboratorio de química mejor dotado de Europa.
Marie era la anfitriona perfecta, que deslumbraba a sus huéspedes
tanto por su hospitalidad y elegancia como por su dominio del
INTRODUCCIÓN 9