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en el horno MMNN,  de tal forma que el extremo de su cuello E
                        pudiera insertarse en el recipiente con mercurio RRSS;  introduje
                        cuatro onzas de mercurio puro en el matraz y, con ayuda de un
                        sifón, extraje el aire de la campana FG,  de forma que el mercurio
                        llegó al nivel LL,  y marqué cuidadosamente la altura a la que es-
                        taba mediante un trozo de papel. Habiendo anotado la altura del
                        termómetro y el barómetro, encendí el fuego en el horno MMNN,
                        que estuvo encendido ininterrumpidamente durante doce días, de
                        forma que mantuve el mercurio muy próximo a su temperatura de
                        ebullición.
                            El primer día no ocurrió nada reseñable: el mercurio, aunque
                        no hervía, se evaporaba constantemente y cubría el interior de la su-
                        perficie de la vasija con pequeñas gotas, al principio diminutas, que
                        aumentaban a un tamaño suficiente, tras lo cual caían sobre la masa
                        de mercurio en el fondo de la vasija. El segundo día comenzaron a
                        aparecer pequeñas partículas rojas en la superficie del mercurio, la
                        cuales durante los cuatro o cinco días siguientes aumentaron gra-
                        dualmente en tamaño y número, tras lo cual dejaron de aumentar en
                        ambos aspectos. Al final del día doce, viendo que la calcinación del
                        mercurio no aumentaba en absoluto, apagué el fuego y dejé enfriar
                        las vasijas.  La masa de aire en el cuerpo y en el cuello del matraz
                        y en la campana de vidrio se redujo a 28 pulgadas del barómetro y
                        10 ºR del tern1ómetro1; al comienzo del experimento era de 50 pul-
                        gadas cúbicas. Al final del experimento el aire restante, reducido a
                        la misma presión y temperatura, era solo de entre 42 y 43 pulgadas
                        cúbicas; por consiguiente, había perdido en tomo a 1/6 de la canti-
                        dad inicial. A continuación, habiendo recogido todas las partículas
                        rojas formadas durante el experimento del mercurio sobre el que
                        flotaban, encontré que pesaban 45 granos.
                            Tuve que repetir el experimento varias veces, porque es difícil
                        en un experimento preservar todo el aire sobre el que se opera y
                        recoger todas las partículas rojas, o cal de mercurio, formadas du-
                        rante la calcinación. El aire que quedó tras la calcinación del mer-
                        curio  en este experimento,  y que  se había reducido  a  5/6  de  la
                        cantidad inicial, no era apropiado ni para la respiración ni para


                    1 Escala termométrica Réaumur, en la cual el hielo funde a Oº y el agua hierve a 80°.





         142        ANEXO
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