Page 17 - 21 Faraday
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Cuando Michael Faraday nació, el mundo era un lugar doblemente
         oscuro. Lo era por la escasez de fuentes de luz artificial. Y también
         porque el planeta Tierra se cubrió de un manto de ceniza debido
         a la erupción de un remoto volcán.
             Su lugar de nacimiento, Newington, en Inglaterra, también
         era un lugar particularmente contaminado por las emisiones de
         humo de las máquinas de la Revolución industrial, que apartaba
         paulatinamente a los trabajadores del ámbito rural y los con-
         denaba a largas jornadas laborales en las que difícilmente uno
         podía descollar social o intelectualmente. Faraday, sin embargo,
         consiguió escapar de esta dinámica en el último instante, labrán-
         dose finalmente una de las más brillantes carreras científicas del
         siglo XIX.
            Parte del mérito hay que atribuírselo al hecho de haber con-
         seguido un trabajo remunerado: encuadernar libros. En aquella
         época leer libros era una actividad ociosa muy cara, pero Faraday
        tenía acceso a todos los que él mismo encuadernaba, libros que
         acabó leyendo con la misma disposición del orfebre examinando
         el resultado de su obra.
            La otra parte del mérito probablemente hay que atribuírselo
        al particular credo religioso que profesaba Faraday: el de los san-
        demanianos, una secta cristiana minoritaria y muy severa que in-
        terpretaba las Sagradas Escrituras de forma literal.






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