Page 19 - 21 Faraday
P. 19

las calles iluminadas fuese un poco más seguro, y de hecho, las
        tasas de delincuencia se redujeron. Sin embargo, aún se necesi-
        taba más luz para vencer a la oscuridad. Faraday acudía a las cla-
        ses de Tatum ya que no podía permitirse asistir a la universidad
        porque su familia era humilde, pero su mente albergaba el anhelo
        de aprender todo cuanto pudiera. Acaso,  sin saberlo aún, para
        permitir que algún día la luz bañara las calles más sombrías.
            Esta oscuridad que todavía reinaba en Londres fue particu-
        larmente intensa a partir de 1815, cuando Tambora, un volcán de
        una remota isla indonesia llamada Sunbawa, entró en erupción,
        la mayor de los últimos 1 O 000 años, el equivalente a la explosión
        simultánea de 60 000  bombas atómicas como la de Hiroshima.
        Unas 150 millones de toneladas de partículas de polvo fueron
        eyectadas al cielo y, a causa del viento, dieron varias vueltas al
        mundo, cubriendo toda la atmósfera terrestre. El cielo de ciuda-
        des tan alejadas del volcán como Londres o París se oscureció, y
        la temperatura global descendió varios grados, hasta el punto de
        que el Támesis se congeló. Este ambiente con ribetes apocalípti-
        cos incluso influyó en el desarrollo del Romanticismo, inspirando
        por ejemplo al poeta Lord Byron (1788-1824) -cuya hija,  Ada
        Lovelace (1815-1852), acabaría especialmente interesada en las
        teorías de Michael Faraday- a escribir en 1816 su poema de 82
        versos Darkness (Oscuridad):

            Yo tuve un sueño, que no era un sueño.
            El luminoso sol se había extinguido y las estrellas
            vagaban a oscuras en el espacio eterno.
            Sin luz y sin rumbo, la helada tierra
            oscilaba ciega y negra en el cielo sin luna.
            Llegó el alba y se fue. Y llegó de nuevo, sin traer el día.

            Aquel tenebroso verano de 1816 también inspiró a escritores
        como Mary Shelley (1797-1851) para concebir el personaje litera-
        rio del monstruo de Frankenstein. Y artistas como William Turner
        (1775-1851) pintaron sus lienzos con puestas de sol de colores
        crepusculares, que ahora sabemos que representaban la realidad
        del cielo londinense.






                                                BUSCANDO LA CHISPA DIVINA    19
   14   15   16   17   18   19   20   21   22   23   24