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( equivalente a la vítrea). Hacia 1760,  Daniel Bernoulli, Priestley
                     y Cavendish llegaron a la conclusión de que la interacción elec-
                     troestática variaba conforme al inverso del cuadrado de la dis-
                     tancia, tal y como ocurría con la gravitatoria. Y en 1785, Charles
                     Coulomb midió esa dependencia estableciendo la ley que lleva
                     su nombre.
                         A pesar de estos pequeños avances, la electricidad seguía
                     siendo un absoluto misterio. Tal y como señala el premio Nobel
                     de Física Leon Lederman (n.  1922),  en la época de Faraday la
                     electricidad resultaba tan exótica como los quarks - los dimi-
                     nutos y esquivos constituyentes de los protones y neutrones-
                     lo son hoy en día.  Ninguna fórmula de la ciencia convencional
                     de aquella época podía explicar el fenómeno resultante de hacér
                     pasar una corriente a través de un alambre de cobre y que este
                     atrajera limaduras de metal,  a pesar de que solo había espacio
                     vacío entre ambos.
                         Ya en 1812, poniendo de manifiesto de nuevo su gran espíritu
                     de experimentador más que de teórico, Faraday había mostrado
                     un gran interés por ese gran desconocido de la ciencia al cons-
                     truir una pila voltaica con siete medios peniques, siete discos
                     de lámina de cinc y seis piezas de papel mojado en agua salada.
                     Sin embargo, su maestro, Davy,  le impuso una serie de trabajos
                     onerosos que le desviaron de esta línea de investigación, con lo
                     que finalmente se produjo un retraso de alrededor de diez años.
                     Tras la muerte de Davy en 1829, Faraday por fin pudo retornar a
                     sus investigaciones sobre la electricidad con total dedicación, re-
                     volucionando para siempre las ideas vigentes en aquel entonces
                     sobre electricidad y magnetismo.
                         Como consecuencia de que, en 1821,  el químico danés Han
                     Christian Oersted descubriera los campos magnéticos generados
                     por corrientes eléctricas, Faraday trasladó de nuevo la teoría a
                     la práctica, y construyó una serie de aparatos para producir lo
                     que  él  bautizó  como rotación  electromagnética,  apareciendo
                     así el motor eléctrico y la dinamo. En 1831, gracias a sus experi-
                     mentos en colaboración con el inventor y miembro de la Royal
                     Society Charles Wheatstone (1802-1875), Faraday empezó a in-
                     vestigar sobre el fenómeno  de la inducción electromagnética,





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