Page 72 - 21 Faraday
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de las implicaciones que más tarde acarrearía su descubrimiento:
                    «Sobre nuevos movimientos electromagnéticos». Pese a ello, el ar-
                    tículo fue un éxito y se tradujo a una docena de idiomas. En poco
                    tiempo, científicos de todo el mundo ya fabricaban sus réplicas del
                    descubrimiento de aquel hijo humilde de herrero que ya estaba al-
                    canzando la categoría de Oersted, Ampere, Arago y otros célebres
                    físicos coetáneos.





                    UN PUNTO MUERTO DE DIEZ AÑOS

                    Cuando  Faraday parecía destinado  a  revolucionar  el  electro-
                    magnetismo, habiéndose incluso librado de las servidumbres del
                    matrimonio para dedicarse exclusivamente a la ciencia, otro obs-
                    táculo, esta vez insalvable, se puso de nuevo en su camino. Una
                    decepción que alcanzó a Faraday desde la vertiente que menos
                    esperaba: de su idealizado maestro y protector Humphry Davy. Al
                    parecer, a los pocos días de la publicación de aquel artículo que
                    había extendido la fama de Faraday por todo el mundo, Davy se
                    vio asaltado por los celos y, según se cree, acabó extendiendo el
                    rumor de que su pupilo había plagiado la idea del motor eléctrico
                    de uno de los administradores de la Royal Institution:  William
                    Hyde W ollaston.
                        Faraday quiso desmentir inmediatamente el rumor citándose
                    con el mismo Wollaston a fin  de que  examinara el equipo que
                    había empleado para llevar a cabo el experimento. W ollaston tuvo
                    que admitir que, si bien el equipo era semejante al suyo, no pare-
                    cía haber rastro de plagio: sencillamente habían sido iluminados
                    con la misma intuición con pocos días de diferencia. Finalmente,
                    Wollaston se rindió ante la humildad y la sencillez de Faraday,
                    y le declaró públicamente su apoyo. Una humildad que fue,  pre-
                    cisamente, la que,  para Faraday, eliminó la sospecha de que el
                    iniciador del rumor pudiera ser su gran benefactor, Davy, aunque
                    al mismo tiempo no pudiera evitar sentir desconcierto por la falta
                    de apoyo que le había brindado en todo aquel malentendido con
                    Wollaston.





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