Page 51 - 07 Schrödinger
P. 51

Nunca contaremos con el cómputo definitivo de los muertos que
      alimentaron la maquinaria bélica de la Primera Guerra Mundial,
      pero se barajan cifras en torno a los 10 millones, sin contar los
      heridos y los soldados que quedaron mutilados, física o psicológi-
       camente. Sin embargo, para la familia Schrodinger las bajas no se
      prodltjeron en las trincheras, sino durante la durísima posguerra.
      Los dos orgullosos imperios, alemán y austro-húngaro, que habían
      puesto en jaque al mundo durante cuatro años interminables, tu-
      vieron que someterse a una dolorosa mutación en repúblicas. El
       káiser Guillermo II se exilió en Holanda, trastocando su afición a la
      estrategia militar por la jardinería, y el joven emperador Carlos I
      fue confinado en la isla de Madeira, donde conoció un triste final,
      tras contraer una neumonía. Hasta la primavera de 1919, Austria
      fue  castigada por los aliados con un bloqueo de alimentos que
      situó a la población al borde de la inanición. A sus setenta y tres
      años,  Schrodinger todavía conservaba vívido en la memoria ese
      período de escasez, donde buscó refugio en la renuncia que predi-
      caba la antigua sabiduría hindú:

          Para nosotros, los vieneses, lo que nos trajo la guerra y sus conse-
          cuencias, fue la incapacidad de cubrir nuestras necesidades básicas.
          El castigo que escogió la victoriosa entente para vengarse de la gue-
          rra ilimitada de submarinos de sus enemigos [ ... ]fue el hambre. El





                                                  LA ECUACIÓN DE ONDAS      51
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56